El 2020 lo recordaremos como el año de la pandemia del coronavirus, pero también como el año del cambio sociocultural.
Parece que en la reapertura de las grandes instituciones de arte no habrá cabida para aquellas enormes exposiciones que se publicitaban con extraordinarias obras de grandes maestros de la historia del arte. No habrá sitio para aquellas imágenes de gente haciendo cola durante horas para ver un Leonardo o un Picasso, no habrá lugar para aquellas salas abarrotadas de gente dándose codazos para ver más de cerca un Dalí. Y es una buena noticia. Los museos dejarán de ser ese objeto de deseo del turismo masivo para convertirse en ese otro oscuro objeto del deseo del visitante interesado. La crisis sanitaria obliga a hacer cambios en la museografía de estos centros, cambios que ya se deberían de haber replanteado hace tiempo y que no se han hecho porque seguíamos viendo cómo primaba la cantidad a la calidad. Pues bien, ha tenido que aparecer una pandemia para que las instituciones modifiquen sus principios.
Estamos de acuerdo en que los grandes museos se enfrentarán a grandes alteraciones en sus cuentas y será más difícil atraer a un público que quizá será más reacio a las aglomeraciones, así que habrá que reinventarse y atraer al público de otra forma. Hay que replantear el concepto de museo de cara al gran público, hay que concienciar que los museos forman parte de la cultura, y la cultura no es ocio; la cultura es aprendizaje, es interpretación, es concienciación, es una muestra de lo que somos.
El director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, lo tiene claro:
Los museos turísticos se resentirán sin duda a corto plazo, pero seguramente les ayudará a reencontrarse con su alma más pura, alejada de los intereses mercantiles y materiales.
Entiendo que la venta de entradas es una de las primeras fuentes de ingresos de un museo, pero existen otras fuentes de las que estas grandes galerías disponen, como por ejemplo su nombre. No es lo mismo llamarte Centro Nacional de Arte Pompidou, que Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés (poco conocido y muy recomendable, por cierto).
Será la gran oportunidad de profundizar en la divulgación responsable que las colecciones museísticas necesitan. Será el momento de prestar atención a la conservación, a la difusión y a la sostenibilidad de las obras para con el público. Un museo invita a conocer, a descubrir, invita a la reflexión, incluso induce a un intercambio entre lo que se expone y el espectador. En el momento en que esa comunicación se diluye y se transforma en la importancia del número de personas que se agolpan frente a La Gioconda, el museo pierde su sentido divulgativo.
Es por eso por lo que ahora es el momento para replantear este hecho, es el momento para empezar de nuevo y dejar de lado esa obsesión de ver cuál es el museo que ostenta el récord de visitas anual. No obstante, creo que este cambio va a ser una arma de doble filo, muchos centros reconsiderarán su museografía, pero muchos otros emprenderán la carrera de las audiencias, al más puro estilo televisivo, con gigantescas exposiciones muy temporales de grandes maestros para volver a recuperar a ese público "fiel", ese que está más atento a los likes de su foto tomada delante de El Grito de Munch que al lugar en el que se encuentra. Aún así, es necesario hacer estos cambios, es necesario reconsiderar la idea de divulgación para seguir conservando nuestro patrimonio. Ahora es el momento.
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