El subtítulo que debería llevar la nueva película de Alejandro Amenábar.
El cineasta nos propone una visión del inicio de la contienda desde los ojos del escritor y filósofo Miguel de Unamuno, dejando en muy segundo plano a Francisco Franco. Y he aquí dónde está la genialidad de esta cinta.
Si bien muchas de las películas que cuentan este conflicto suelen estar basadas en uno u otro bando, en este caso se nos muestra dos caras de una misma moneda: personajes reales que defienden su parecer de lo que ellos consideran que es lo mejor para el país. Sin necesidad de mostrar hechos de destrucción, muerte y sangre, Amenábar nos invita a reflexionar ya no sólo en lo que supuso el conflicto, sino en nosotros como sociedad. Mediante el uso de escenas que parecen sacadas de nuestro día a día, con discusiones entre amigos o familia, nos damos cuenta que aquel enfrentamiento sigue estando aún muy presente (sin hablar de la escena política en la que nos encontramos ahora mismo, que ya habla por sí sola). Cada espectador lo apreciará de una forma distinta, pero observo que existen paralelismos de situaciones actuales con situaciones que ocurrían durante aquellos años. Creo que es bastante lamentable seguir hablando de las dos Españas, pero cuando se tocan temas tan sensibles es increíble ver cómo ese enfrentamiento sigue vivo (aunque a pequeña escala, por suerte), y eso, sinceramente, es bastante penoso después de que hayamos vivido lo que hemos vivido.
Sí, se cometieron atrocidades en ambos bandos, pero acabada la contienda, la represión franquista condujo a un opresión que parece que aún perdura. Muestra de ello es lo que nos está costando la exhumación del dictador (algo que se tendría que haber hecho ya en la “Transición”), a la que se opone no sólo la familia, sino también ese club de fans de Franco que persiste en las no sombras. Para unos se trata de heridas que no hay que abrir porque consideran que ya se cerraron hace tiempo. Para otros, esas heridas aún siguen sangrando. Y no, no es la guerra del abuelo o el juego de desenterrar muertos, se trata de hacer justicia democrática y evitar el olvido, porque las consecuencias de esa guerra incivil todavía las estamos arrastrando. Pero insisto, desgraciadamente en este país, la memoria tiene las patas muy cortas.
Sin más, con este filme, Amenábar nos ofrece una visión de la contienda en la que enfrenta inteligencia contra fuerza, individualidad contra generalidad, valentía contra cobardía. En suma, palabras frente a armas.
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