Cuando hace ahora cien años Marcel Duchamp expuso la obra Fountain, una parte de la crítica y del público no entendió qué quería transmitir el artista creando una obra de arte carente de estética. Esa fue su gran contribución, un aporte del que los artistas contemporáneos y actuales han sabido aprovechar la lección.
Ahora bien, si hace un siglo algunas de las mentes de esos espectadores ya comprendían que el arte había dejado de ser aquella disciplina cerrada en la que el gusto era algo dictatorial, para pasar a ser esa inspiración que evoluciona con la sociedad y el ser humano, yo me pregunto, ¿realmente hemos progresado o hemos hecho una regresión a nuestro pasado más oscuro en pleno siglo XXI?
Estos días se ha archivado el caso contra el artista Abel Azcona por el uso que hizo de unas hostias, supuestamente consagradas, en la performance titulada Amén. El artista fue denunciado, entre otros, por la Asociación Española de Abogados Cristianos por "profanación" y por considerarla como "un delito contra los sentimientos religiosos". Como se suele decir, con la Iglesia hemos topado, pero esa asociación es más papista que el Papa, y no tienen otra cosa que hacer que ir buscando delitos que ofendan los sentimientos de una confesión religiosa, pero sólo la cristiana, si es musulmana o budista ahí no hay ofensa que valga, es todo libertad de expresión. En este caso, el fallo ha descartado la existencia de esos delitos, y especifica que la acción artística es una muestra escénica en la que "la provocación o el asombro juegan un papel principal, así como el sentido estético". La sentencia es una lección de arte contemporáneo que la jueza ha dado a todos aquellos que se ofenden cuando se trata de romper temas tabú que a día de hoy siguen silenciándose por culpa de este tipo de asociaciones y de personas que parece que quieran continuar con el cometido de la Inquisición.
Pero el caso de Abel Azcona no es el único. Muchos recordarán la polémica que se formó en la feria ARCO de 2012 con la obra Always Franco, del escultor Eugenio Merino. En ese caso quien interpuso la demanda fue la Fundación Nacional Francisco Franco, por algo a lo que ellos llamaron "una ofensa que ninguna civilización moderna puede tolerar", añadiendo además que esa imagen del dictador vestido de militar dentro de una cámara frigorífica "generaba odio". Finalmente la juez desestimó la demanda y no consideró que refrigerar a Franco fuera delito ni que atentaba contra su honor.
Y ya van dos lecciones de arte contemporáneo en las que prevalece la libertad de expresión frente a la censura, muy de moda últimamente. Sin embargo, Merino acaba de presentar su nueva obra, Aquí murió Picasso, en la que se muestra el cadáver hiperrealista del artista malagueño y, hasta la fecha, no existe ninguna queja/demanda de ninguna fundación o asociación que se sienta ofendida por esta representación del pintor cubista. Sí, han aparecido muchas opiniones a favor y en contra, y se ha creado una cierta polémica, pero qué casualidad que como no se trata de ningún personaje vinculado ni con la religión ni con el poder, nadie se ha rasgado las vestiduras con esta obra, y menos mal.
El Arte es sentimiento, imaginación, representación, creatividad, ingenio, gusto, inspiración, talento, crítica, humor, belleza, fealdad, talento, sutileza, y un sinfín de cosas más, pero lo que sobre todo es, es libertad de expresión, y si eso se limita o se censura, el Arte desaparece. Siempre habrá quién lo entienda y quién no, y a quién le guste y a quién no, pero forma parte del ADN del ser humano y forma parte de nuestra sociedad, que necesita expresarse libremente y en todos los aspectos posibles. El mismo Eugenio Merino ya dio en el clavo,
Mientras no entendamos que la libertad de expresión es lo que debe regir el mundo del arte, seguiremos hablando de esto hoy, mañana y pasado y habrá mil querellas.
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