En esta sociedad tan enfocada hacia la tecnología, la economía o las ingenierías en sí, recuperar el patrimonio es uno de los temas que más debate provocan dentro y fuera de las altas esferas. Sin embargo, desde los bajos fondos sociales, y gracias a fundaciones sin ánimo de lucro, mecenas actuales, campañas de crowdfunding o individuos con un alto grado de sensibilidad histórico-artística, se han llevado a cabo restauraciones con un alto nivel de recuperación patrimonial.
Uno de los últimos casos es la restauración del Coliseo. La primera fase de la rehabilitación se inició a finales del 2013, y se ha prolongado hasta mediados de este año, siendo inaugurada el pasado mes de julio. Sin embargo, y pese a ser propiedad del Ministerio de Cultura de Italia, no ha sido éste quien ha financiado estos trabajos, sino que han tenido que recurrir al sector privado como única vía para poder recuperar una de las joyas de nuestro Patrimonio de la Humanidad. En este caso le debemos la labor a Diego Della Valle, presidente de la empresa de zapatos italiana Tod’s, quien aportó 10 millones de euros para que el edificio recuperara su esplendor exterior sin que se hiciera publicidad de su empresa a cambio, posibilidad que se barajaba como muy probable cuando salió a la luz la noticia de su prestación. No obstante, las últimas informaciones afirman que Della Valle sí obtuvo un excesivo beneficio de imagen del símbolo de Roma (nada que ver con posicionar carteles en la fachada del edificio, pero sí con su bolsillo).
Es entonces cuando aparece la sombra del chollo/amiguismo/interés de este tipo de “donaciones por amor al arte”. ¿Realmente colaboran porque les nace o lo hacen sólo por las ganancias que les aporta para su persona/empresa/fundación?
Un caso que nos pilla más de cerca (si los que leéis esto vivís en España), es la reciente restauración de la Iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir, en Valencia, salvada por la Fundación Hortensia Herrero (también conocida por ser la mujer del fundador de Mercadona, Juan Roig). Con una inversión de 4’7 millones de euros, se ha socorrido uno de los inmuebles que mejor muestran la convivencia de una estructura gótica del siglo XV con una decoración barroca del XVII. La verdad que el resultado es espectacular, tanto por fuera como por dentro. Además han dispuesto una pequeña exposición sobre el proceso de restauración bastante bien explicado y que ya no sólo se basa en contemplar la parroquia, sino en comprender los procedimientos que se han seguido para que hoy podamos recuperar un poquito de la sensibilidad que sentían sus visitantes en su época de esplendor.
Supongo que es evidente que este tipo de labores beneficia al sector privado por lo que ya he comentado anteriormente, pero personalmente prefiero que dediquen su tiempo y sus millones en mantener y recuperar nuestro legado, a que lo malgasten en procesos corruptos en los que todos salimos perdiendo menos ellos. Independientemente de que les proporcione un beneficio propio, creo que todos salimos ganando con este tipo de “ofrendas”, sobre todo si hablamos del aspecto histórico-artístico, donde el patrimonio puede revivir sus “años mozos” y nosotros disfrutarlo. En estos casos creo que el fin sí justifica los medios.
ResponderEliminarConsidero muy acertada la entrada al blog. Pero a su vez, el patrimonio cultural; como construcción social comunitaria que es, tendría que estar exenta de ideologías, creencias y situaciones económicas varias. No obstante, y pese a todo, considero que en muchos casos su restauración (y divulgación) está sujeta a movimientos políticos circunstanciales que deciden contra todo pronóstico su suerte. Y en muchos casos estas aparentemente inversiones altruistas, conllevan consigo mismas un halo de ideología política que es en sí la que marca las tendencias...lamentablemente, el arte queda en un segundo plano.