El V centenario de la muerte de Jheronimus van Aken (h. 1450-1516) ha sido la excusa del Museo del Prado para proyectar la exposición más completa que se ha realizado en España sobre el enigmático pintor.
He tenido el placer de disfrutar de esta genial exposición temporal y me gustaría destacar varias cosas para quién también tenga la oportunidad de visitarla.
El Prado es el museo más visitado de nuestro país, y nuestra mayor pinacoteca, por tanto es uno de los centros que más sabe venderse, y cuando se trata de una muestra temporal de tal calibre, no escatima en recursos. En el caso de El Bosco, además de exhibir las dos obras más célebres que posee el museo, El Jardín de las Delicias y La Mesa de los Pecados Capitales, junto con los otros cuatro boscos que también pertenecen a la colección (obviemos aquí la polémica surgida sobre si realmente son autoría suya o no), se presentan varios dibujos, así como obras de su taller y de posibles seguidores suyos.
Dado la poca información que se tiene sobre el artista, y lo complicado que es fijar una cronología a su obra, la exposición está dividida en secciones temáticas, además de manuscritos y miniaturas que ayudan a entender un poco mejor el contexto y el ambiente por el que el pintor se movía.
Ahora bien, pese a que la división de espacios es maravillosa, tengo que decir que la distribución de las obras es un tanto caótica, y me explico. Al entrar te facilitan un mini libreto con la explicación y el seguimiento de las obras que van del número 1 al 53, algo que sinceramente se agradece. Sin embargo, hay algunos momentos en que la sala parece convertirse en una anarquía espacial debido a que hay algunos números que están desordenados, algo que hace ir al espectador hacia delante y hacia atrás y, personalmente creo que es algo molesto, pero eso ya va a gusto de cada cual.
Otra de las cosas que es inevitable que ocurra es la gran afluencia de público. Es lógico que el museo pretenda llegar al máximo de visitantes posibles, y como ya he comentado no ha escatimado en gastos de publicidad. A mi modo de ver no sé hasta qué punto esto favorece la visita a la exposición cuando se trata de exposiciones tan colosales. Las blockbuster exhibitions, o exposiciones espectáculo, buscan atraer al público con grandes campañas y recursos muy efectistas que, en ocasiones, dejan de lado el mensaje que quieren transmitir para centrarse simplemente en el número de visitantes. La exposición del V centenario de El Bosco creo que tiene parte de este tipo de muestras, y digo parte porque, aunque el mensaje sí es claro y no se abandona en todo el recorrido, el hecho de que haya tanta afluencia de gente en las salas, tantas personas delante de un cuadro (hasta el punto de darte codazos con gente bastante maleducada que parecía que si no se ponía a 5cm del cuadro no podía disfrutarlo) es un poco agobiante. Y ojo, no digo que el museo tenga que estar desértico y en absoluto silencio para poder disfrutarlo, pero tampoco que parezca un patio de colegio. Destaco aquí la gran labor de paciencia que tienen los vigilantes de salas que continuamente están velando por la seguridad y el orden, y sin los cuales seguramente alguna obra ya hubiera sido manipulada.
Independientemente de estos ínfimos detalles, es una exposición digna de visitar, pese a su precio (16 euros entrada general, 7 euros reducida, pero no voy a entrar en esto porque es otro tema), puesto que es una gran oportunidad para disfrutar en un mismo lugar de la obra de Jheronimus Bosch, al menos la conservada, independientemente de que sea o no suya. Deleitarse con sus creaciones surrealistas, sumergirse en su irrepetible imaginario, y estremecerse con el universo de uno de los pintores más fascinantes del arte universal, es parada obligatoria para todo aquel que viva o pase por Madrid.
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