¿A quién no le gustaría pasar unos días con alguien a quien admira?
Las rutas que nos plantean los servicios turísticos están muy bien, y nos dan una pauta a seguir para poder comprender el patrimonio que nos interesa descubrir. Pero ¿y si la ruta nos la hacemos nosotros en función de lo que nos interesa?
Soy fan de Salvador Dalí, y como seguidora suya, el fin de semana pasado me propuse una ruta por su vida y obra. Quizá a mucha gente le parezca una saturación de información en poco tiempo, todos sabemos que el cerebro también necesita un descanso, pero puedo afirmar que es una de las experiencias más positivas y enriquecedoras que existen intelectualmente.
Cuando vas a un museo tienes varias opciones: hacer la visita completa, visitar sólo las partes que te interesan, realizar tu propio recorrido según tu interés, o seguir el recorrido que el propio centro ha indicado según sus criterios. Sin embargo, cuando te propones hacer una ruta exhaustiva para conocer a fondo a un artista, conlleva algo más que ver su obra colgada de una pared.
En mi caso, además de visitar la Casa Museo de Dalí en Portlligat, se trataba de frecuentar el mismo lugar en el que el artista creaba su realidad. El hecho de poder estar en su propia casa, observar su habitación, su salón, curiosear por su taller o simplemente impresionarte por estar en el mismo lugar en el que el genio vivió y creó sus mayores obras, hace poner los pelos de punta a cualquiera. Si a esto le añadimos el conocimiento previo que se tiene sobre su figura, y cuando llegamos allí comprobamos muchas de las excentricidades que se nos han contado, es directamente para apasionarse con el lugar y sus vivencias.
No sé cómo explicar la sensación que se tiene cuando te encuentras delante de algo que llevas tiempo queriendo ver “en directo”. Es algo así como un estado de fascinación y admiración (aunque a veces también nos llevemos la decepción de nuestra vida) mezclado con un éxtasis de respeto. Supongo que muchos entenderéis a lo que me refiero. En el momento que te sumerges en la obra de un artista, también lo haces en su vida, descubres aspectos vitales que le marcaron y que, consciente o inconscientemente, refleja en sus obras. Por tanto, cuando buceas por sus pinturas, esculturas o el tipo de obra que haga el artista por el que bebes los vientos, y luego te encuentras en el mismo lugar en el que las ha hecho y vivido, es como que de repente puedes hasta notar su presencia y comprender mejor sus porqués.
Simplemente animo a que hagáis este tipo de rutas por cuenta propia: visitar las obras de ese artista en el museo (o en su propio museo si lo tiene), indagar por los rincones (que os permitan) de su casa museo, alojarse o simplemente pasear por el mismo lugar en el que vivió para poder sentir, o al menos intentarlo, lo mismo que él sentía. Es como cuando de repente haces ese típico viaje de varios días con tus amigos y es ahí cuando realmente los conoces de verdad. Pues con un artista ocurre lo mismo, lo acabas conociendo y comprendiéndolo de verdad cuando pasas tantas horas con él y su contexto.
P.D: he hablado continuamente como “el artista”, en masculino, pero me refiero tanto a artistas hombres como mujeres, no quiero que nadie se me enfade solo porque he hablado en uno de los géneros.
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