Hace dos semanas nos dejó Umberto Eco (1932-2016), un día después de Harper Lee (1926-2016). Este año ha empezado con mal pie para la cultura, puesto que acabamos de entrar en su tercer mes y ya nos han abandonado varias figuras relevantes a nivel internacional. Pero ¿quién se acuerda de ellos ahora?
El 10 de enero, y toda la semana posterior, Facebook, Twitter y todas las redes sociales se llenaron de homenajes a David Bowie (1947-2016), ya sea en forma de videoclips elegidos al azar por Youtube, en forma de estrofas de sus canciones o en gifs que se crearon para la ocasión. Lo mismo ocurrió el 14 de enero y, esta vez siguió sólo dos o tres días después, con la muerte de Alan Rickman (1946-2016), sólo que los homenajes iban coloreados por el profesor Severus Snape, personaje que interpretó Rickman en la saga Harry Potter. Y como ya he comentado, el mes de febrero acabó y se ha llevado a Lee y a Eco consigo, pero también a José Antonio Lasheras (1956-2016), director del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, al que por cierto casi ni han citado en los grandes medios.
Vivimos en un mundo frenético, en el que las noticias vuelan y donde los antiguos grandes medios de comunicación (prensa escrita, radio y televisión) se quedan cortos al lado del vasto universo que es Internet, y con él las redes sociales. Pero de la misma manera que nos llegan los acontecimientos, nos olvidamos de ellos. Vivimos el momento muy intensamente (si los renacentistas vivieran ahora estarían como locos difundiendo y disfrutando a lo carpe diem) pero al cabo de una semana ya “si te he visto no me acuerdo”. Esto está muy bien, porque significa que nos involucramos mucho y que las noticias están al alcance de todos, y cualquiera puede dar su opinión y hacer su propio homenaje a su falso ídolo, pero ¿qué porcentaje de admiración es real y cuál puro postureo? En mi humilde opinión, y por lo que llevo viendo desde que utilizo las redes sociales, creo que podría afirmar que tan sólo un 40% de los usuarios de Internet dedica un homenaje real a aquello que realmente admira o que quizá no lo conoce mucho pero le interesa y quiere aportar su juicio a la noticia. El otro 60% es puro postureo. Y me atrevo a confirmarlo porque lo vi claramente con la muerte de Bowie. Se notó quién se entusiasmaba verdaderamente con su propio homenaje, y quién se limitaba simplemente a poner el link de Starman de Youtube. Con Umberto Eco se repitió, cientos de usuarios lo recordaban como “el autor de El nombre de la rosa”, con frases extraídas del libro como si se tratara más de un homenaje a Paulo Coelho en vez de a Eco; tan sólo unos pocos le recordaban como el gran semiólogo, crítico, ensayista o patafísico que era (de esto último mejor no contar los poquísimos que lo sabían).
Supongo que el postureo, esa palabra tan nueva pero tan acertada, es inevitable. Ya existía antes, pero con el uso extremo de las redes sociales se ha convertido en algo continuo y que, a mi modo de ver, demuestra lo tan informados que estamos pero a la vez lo poco que nos interesa. Es decir, nos informamos de lo que nos atrae (evidentemente), pero en ciertas circunstancias lo hacemos rápido y mal, sólo para dar el do de pecho y revelarle al resto del mundo (a.k.a. tus amigos de Facebook) lo mucho que sabes y admiras a tal escritor/actor/artista…, en definitiva, lo cool que eres porque eres todo un cultureta (alias gafapasta).
Recomiendo seguir el consejo que una vez me dio mi padre y que sin duda es de lo más útil para esta sociedad tan desinformada: una persona con información, es una persona con opinión.
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