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Odiar a Renoir, o cómo seguir la última tendencia (absurda) para ser un moderno.

¿Qué pasaría si de repente yo misma impulsara una campaña para que Picasso desapareciera de todos los museos del mundo sólo porque no me gusta? Pues es lo que se le ha ocurrido a Max Geller, quién ha impulsado este cometido en contra de Pierre-Auguste Renoir bajo el nombre Renoir sucks at painting.

Odio a Renoir porque es el artista más sobrevalorado al este, al oeste, al norte y al sur del río Sena. Creo que en la vida real los árboles son bellos y que los globos oculares humanos transmiten fuerza emocional. Si de él dependiera, los árboles serían una colección de desagradables, serpenteantes líneas verdes y los globos oculares serían negro azabache como si hubieran sido pintados por engañabobos. En la vida real los árboles son bonitos: Renoir simplemente apesta pintando.

Vamos a ver, siempre se ha dicho que “para gustos, los colores”, y el arte es subjetivo, claro que sí, y además este señor tiene derecho a que no le guste Renoir y a gritarlo a los cuatro vientos si quiere. Ahora bien, lo que no me parece correcto, y de hecho es lo que me ha llevado a escribir este artículo, es que se crea con la capacidad para decir qué artista/obra tiene derecho a estar colgada en un museo y qué artista/obra merece ser apartada en sus almacenes. Está claro que la crítica de arte siempre se ha dedicado a eso, y el mercado del arte ha sido también quién ha marcado las pautas de lo válido y lo degenerado, pero estando a las alturas que estamos de la historia, todo esto creo que ya quedó atrás (aunque siga vigente en las grandes subastas y las grandes ferias internacionales).

Es sabido que en sus inicios, el Impresionismo no gozó de buena crítica, puesto que el Academicismo marcaba las pautas de lo que era arte y lo que no. Con el paso de los años, este movimiento ha ido ganando terreno y ha recibido el respeto que merecía, pues los impresionistas fueron los pioneros del arte rompedor del siglo XX. Y como suele pasar en estos casos, la provocación y el desafío de estos autores en contra de lo establecido por la Academia, no se valorizó hasta años después y hoy en día siguen siendo unos grandes de la Historia del Arte. Sin embargo, no lo son para todos, claro que no, como ya he dicho, el gusto es relativo y también exquisito, tanto para entendidos como para profanos. Pero ¿es lícito que alguien pida el retiro de la obra de un artista sólo porque le parece fea? Geller lo llama “terrorismo estético”, que queda más fino pero viene a significar lo mismo: que es feo. Entonces ¿en qué época estamos, en el siglo XIX o en el XXI? Creo que el restringir las manifestaciones artísticas a “esto es bonito, esto es feo”, “estos temas son banales” o “estos colores tan pastel me suben el azúcar” ya quedó muy atrás, y no somos nadie para eliminar nada, pues la historia del arte la hacen todos y cada uno de sus autores, tanto si gustan como si no, tanto si fueron académicos como rompedores, tanto si su obra se vende por miles de millones o en un mercadillo de segunda mano. No obstante, he podido ver cómo algunos expertos dan la razón a esta organización “anti-Renoir”, argumentando que sus últimas obras no tenían la misma calidad que la de sus inicios impresionistas. Y está claro, soy de la misma opinión, pero no por eso quiero esconderlas en un rincón (al menos no por este motivo). No obstante, el primer museo que ha caído en las redes de esta organización ha sido la pinacoteca de Boston, y sinceramente lo veo una vil tontería hacer caso a las exigencias de este tipo de activismo que sólo se basa en sus propios gustos.

La era de la dictadura artística/del gusto acabó hace tiempo. Se ha luchado mucho para que el arte sea más que una simple representación de la realidad, se ha luchado para que sea interpretación. Para que la creatividad, la provocación, los desafíos con nuevos materiales, con nuevas tecnologías, con nuevas ideas y con renovaciones estéticas (pues avanza conforme avanza la mentalidad social, y no me extiendo más en este campo porque sería irme del tema del artículo), como para que ahora venga un grupo de modernillos y diga que lo más de lo más es odiar a Renoir porque, según ellos, apesta. Pues bien señores, si no les agrada lo que ven, es tan simple como no ir a verlo, no hay más. No se trata de imponer su gusto al resto del mundo. Yo personalmente soy muy fan de las vanguardias, y entiendo que mucha gente las deteste por considerarlas "no arte", cada uno es libre de opinar lo que quiera, pero no para implantar su gusto. La diversidad del arte y su controversia está en lo que pasó por la mente del artista, una sensación que merece ser observada por todos, independientemente de los gustos estéticos que creamos más correctos.

P.D: si realmente lo que busca esta asociación es todo lo contrario, realzar la figura de Renoir a través de propaganda contraria (que podría ser), entonces me quito el sombrero porque están consiguiendo que el pintor vuelva a la palestra del Impresionismo.

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