El fin de semana pasado, la basílica de la Sagrada Familia celebró unas jornadas de puertas abiertas con 3000 invitaciones para 3000 afortunados. Y digo afortunados porque la misma mañana en la que se pusieron “a la venta”, se agotó más de la mitad de esas entradas gratuitas.
La Sagrada Familia es uno de los edificios más impresionantes que existen, te guste el arte o no (hablo de manera objetiva), asombra a toda aquella persona que traspase sus puertas, algo que pude comprobar observando las reacciones de los visitantes que se concentraban a lo largo y ancho de las cinco naves del edificio.
Pues bien, siendo una de las construcciones más espléndidas, y de las más visitadas en Barcelona, ¿por qué no se promueven más actividades de puertas abiertas para un acceso más amplio? En realidad yo misma me acabo de contestar antes de formular la pregunta: es uno de los edificios más visitado de la ciudad condal, y eso se paga. Iré por partes.
Por un lado me parece bien que este tipo de monumentos sea de pago, ya que al menos con lo que se recauda de las entradas es para terminar su construcción, al menos eso dicen en el caso de la Sagrada Familia (y yo también digo que de esto me creo la mitad, pero eso es otro asunto). Vale, pero ¿esos precios son necesarios? Dudo que lo sean, puesto que llevan años y años diciendo que tienen previsto acabarla para un año en concreto, esta vez en el 2026 coincidiendo con el centenario de la muerte de Gaudí, y después vemos cómo continua sin concluir. Y aquí me gustaría destacar que también es un añadido que la basílica siga en construcción, ya que es un valor en sí tenerla sin acabar, por eso dudo que algún día se acabe.
Por otro lado, haciendo de pago este tipo de edificaciones, lo que se consigue es que sólo las visiten los turistas internacionales, puesto que, como suele pasar, los ciudadanos del sitio o incluso los turistas nacionales, son reacios a pagar por algo que “ya podrán ver en otra ocasión”, y no se paran a verlo nunca porque siempre piensan que ya volverán. Aquí me incluyo, y supongo que nos pasa a muchos, visitamos primero lo que nos queda lejos porque quizá nunca volvamos (y consecuentemente pagamos lo que tengamos que pagar), y lo que tenemos a nuestro alcance ya lo veremos porque va a estar siempre ahí. Error. Es un error básicamente porque tal y como están las cosas, es posible que hoy tengamos una Sagrada Familia, una Mezquita-catedral de Córdoba o una domus romana, y mañana haya “desaparecido” (bien por especulaciones, bien por terremotos, bien por adjudicaciones ilícitas o bien por un cierre caprichoso, que a estas alturas todo puede ocurrir).
Es por eso por lo que animo a visitar todo lo que se pueda, nos quede cerca o lejos de casa. Y es en este punto donde quiero incidir en que las iniciativas de puertas abiertas son estupendas para dar a conocer monumentos también a esa gente que no quiere pagar, ya sea porque no quiere gastarse dinero, porque no puede permitirse pagar lo que vale (muchas veces son precios desorbitados) o porque no le interesa. De hecho, para este último público creo que son imprescindibles las puertas abiertas, ya que aunque no le interese, cuando leen eso de “gratis”, inmediatamente se interesan por lo qué es con un “bueno vamos, si es gratis no perdemos nada”. Y ya está, ya has captado el interés de alguien que en un principio no tenía ni idea de lo que suponía ese edificio para su ciudad pero que cuando sale de él al menos ya lo conoce, y eso es lo que queremos, que conozcan nuestro patrimonio.
Sea como fuere, entiendo que la cultura se paga, obviamente, además de que somos miles de personas trabajando en ella, hay que conservarla, y para ello se necesitan también esos ingresos que entran de alguna de las partes de todos los tickets que se venden. Sin embargo, no estaría mal que se organizaran más jornadas de puertas abiertas a nuestro patrimonio, sea museo, sea edificio histórico, sea yacimiento arqueológico, siempre en lo medida de lo posible, claro está, pero tampoco poniendo trabas como lo de conseguir una invitación. Iniciativa que ya se llevan a cabo en el festival de arquitectura Open House, en el que se abren muchos edificios, públicos y privados, para el deleite y el conocimiento de todo el público. Creo que son una muy buena iniciativa, tanto para la entidad como para el ciudadano, un contacto entre ambos en el que la divulgación cultural es la base, y con la que se puede acercar al visitante con su memoria histórico-artística.
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