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Cultura por obra y servicio

Parece que ha finalizado la huelga indefinida que los empleados de la National Gallery habían empezado hacía ya más de 100 días. Han llegado a un acuerdo en el que se “protegerá” a los empleados y en el que “existirá” un compromiso a través de una negociación por parte del nuevo director, Gabriele Finaldi.

Entrecomillo todo esto porque no creo en este acuerdo, me cuesta mucho fiarme de la palabra de los que tienen el poder en estas grandes instituciones, y me da pena ver cómo el beneficio económico sigue siendo imprescindible para ellos. Si ya partimos de que la protesta se ha debido a la privatización de los servicios, me chirría que hayan llegado a un acuerdo en tan poco tiempo, y no por parte de los trabajadores, sino por parte de los directivos de la galería. Ojalá cumplan con su palabra y el servicio no se resienta, ya que está en juego la reputación de la pinacoteca.

La subcontratación de los servicios en el ámbito de la cultura es algo típico desde hace varios años, y algo que el visitante desconoce, pues esas empresas privadas ya se encargan de que no se note y de que la atención sea lo mejor posible. No sé si por suerte o por desgracia, pero he trabajado durante un tiempo en una de esas empresas, que por cierto lleva la gestión de los servicios de grandes instituciones públicas, privadas, y fundaciones de renombre en todo el estado español (y que no voy a citar para evitarme problemas), y sé lo que se cuece dentro de estas compañías que se autodenominan “empresas dedicadas a la gestión de servicios y proyectos culturales”, pero que realmente actúan como ETTs encubiertas.

Los que hemos estudiado carreras de la rama de la cultura, sabemos que es difícil encontrar un trabajo de lo nuestro (aunque las salidas sean muchas más de las que la gente cree), y cuando nos proponen trabajar para una entidad cultural se nos abre una puerta de posibilidades, puesto que entramos en ese mundillo en el que tanto cuesta hacerte un hueco. En mi caso, mi tarea consistía en la atención al visitante en cuanto a información de las exposiciones, control de salas y visitas guiadas. Sin embargo, la realidad fue otra. Mi única tarea era la de ser taquillera (sin ninguna intención de menospreciar a l@s taquiller@s, pero ese no era el cargo para el que me “contrataron”) y realizar, alguna que otra vez, encuestas a los visitantes para conocer su opinión en cuanto al centro y poder así realizar estadísticas, que luego no servían para nada. Todo esto dentro de un horario que cambiaba cada semana y que en repetidas ocasiones te avisaban un día antes para cubrir un servicio, teniendo la obligación de estar disponible las 24 horas por si surgía algún contratiempo. Si a esto le sumamos que la hora no sube a más de 5 euros, trabajando todos los días de la semana (entre 20 y 24 horas, dentro de lo que establece la ley pero trabajando todos los días), cobrando como un “auxiliar de servicio cultural” y no como un profesional de la cultura (ya que tener a un titulado en la plantilla supone pagarle más y claro, eso es lo que no quieren) con un contrato por obra y servicio, aunque en mi caso al menos, carecía de tal contrato (aunque sí me daban de alta en la seguridad social, y de baja el mismo día claro; todo muy mal organizado, por decirlo de una manera fina).

Todo esto no afecta en nada a la calidad del servicio, ya que de cara al visitante son muy serios y no se nota nada, a menos que le veas la cara al pobre trabajador, que en muchas ocasiones dice mucho más por lo que calla que por lo que habla. Pero ¿a qué licenciado en historia del arte, por ejemplo, no le hace ilusión trabajar en un museo? A todos, así que cuando aparece una oportunidad así nos brillan los ojos y aceptamos encantados. Es por eso por lo que estas empresas se aprovechan, por nuestro afán de compartir conocimientos con los visitantes y ayudarles a que disfruten de su visita. Y sí, muchas veces lo hacemos porque nos encanta, por amor al arte, como se suele decir, pero también tenemos que comer, tenemos unas necesidades básicas que cubrir, como todo hijo de vecino (o todo ingeniero).

Es un tema que me enerva bastante, y muchas veces pienso que no estaría mal que el visitante se enterase de todo lo que ocurre en la trastienda de su museo de cabecera, tal y como ha pasado con la National Gallery o en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. De puertas hacia fuera, todo es maravilloso y funciona perfectamente, pero para que funcione, hay detrás personas con una formación superior que están trabajando en puestos con una categoría profesional inferior. Y llegados a este punto, mucha gente me dirá “el mercado laboral está fatal, y hay que acogerse a lo que sea, hay mucha gente trabajando en el McDonald’s y no pasa nada, y tal y pascual”. Claro que sí, soy la primera a la que no se le rompen las uñas por trabajar de lo que sea, pero no por ello he de rebajarme a trabajar en algo que no me llena, y menos con unas condiciones precarias, porque para eso he dedicado muchos años, y mucho esfuerzo, a lo que realmente me gusta; y si todos nos conformamos, estas empresas seguirán explotando tanto a personas como a instituciones. Todos somos personas, y trabajadores por igual, y todos tenemos unos derechos mínimos, ya seamos profesionales del ladrillo, de la limpieza, de la administración pública o de la cultura.

Ah!, y hago coincidir la publicación de este post con el Día Mundial por el Trabajo Decente (07/10/2015).

Os recomiendo este artículo en el que se explica muy bien, y de una manera detallada, el problema de este tipo de servicios.

Comentarios

  1. Empecemos por crear un Colegio Profesional de Historiadores del Arte, por ejemplo, como hacen otras muchas disciplinas...La culpa es, en gran parte, nuestra!!!!!!

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  2. Discrepo, la culpa no es nuestra, somos nosotros los que estamos intentando levantar la creación de ese colegio profesional y luchamos más que nadie para que se nos tenga en cuenta y se nos valore como merecemos dentro de esta sociedad tan "deshumanizada". En facebook ya existe una plataforma para la creación de este colegio, si no la conoces te invito a que te unas a ella (Por un Colegio Oficial De Historiadores del Arte), a más somos, más bulto y más cosas cosas podemos hacer.

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  3. Hablando en nombre de los que estudiamos la rama de las humanidades, la geografía, esa ciencia que estudia la Tierra,acabará por desvirtuarse totalmente. Igual que todas las demás ramas de estudio humanísticas. La creación del colegio profesional puede ser una sólida salida para volver a reorganizar desde la base la amalgama de sinsentidos en que se están convirtiendo nuestras ramas de estudio, porque como bien dice la muchacha de Discordia Cultural nos vemos abocados a "trabajar" por amor al arte porque nos lo están poniendo muy difícil y al final acabas sintiéndote como un verdadero inútil .Eso sí, id con cuidado con los colegios profesionales que se proclaman ellos mismos los grandes salvadores del apocalipsis porque no son tan increíblemente maravillosos como nos lo pintan...

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  4. Sí, supongo que con lo de los colegios oficiales pasará lo mismo que con todo, son un buen soporte pero no son la solución para esto. Parece que las humanidades estamos abocadas al "fracaso" social y profesional, pero no es así, solo que parece que nos conformamos con lo que tenemos, pero en realidad seguimos luchando en la sombra para poder tener un trabajo digno, que para eso somos titulados.

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