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El Estado Islámico destruye patrimonio, pero no memoria

Cuántos nos hemos echado las manos a la cabeza con las imágenes que el Estado Islámico lleva difundiendo desde hace varios meses de la destrucción del patrimonio cultural de Irak y Siria (también con las de las ejecuciones, pero ese es otro tema aparte).

¿Es necesario arremeter contra un patrimonio de cientos de años para atacar una política relativamente nueva? No quiero meterme en temas de política estricta, porque este es un problema que va más allá de religión y política, pero aquí se trata de unos dementes que ni siquiera saben qué están defendiendo. Vale que a lo largo de la historia los conquistadores han ido arremetiendo contra lo establecido en el lugar donde se asentaban, y eso lo han hecho todas las civilizaciones, no se salva ni una, pero creo que el ser humano ha evolucionado para intentar no repetir lo que se vivió siglos atrás. Sin embargo, parece que no, parece que el hombre no ha evolucionado tanto como parece, y sigue siendo ese ser cruel que arrasa con todo aquello que no le gusta, ya sean personas inocentes o patrimonio de gran valor.

Lo único que me pregunto es si no hay nadie, ningún organismo internacional, de tantos que existen y alardean de querer la paz mundial y demás pamplinas que se inventan, que no pueda evitar todo esto. Se trata de un conflicto bastante delicado porque tiene muchas brechas abiertas (el drama de los refugiados una de ellas) y supongo que existen muchos matices, pero lo que no podemos consentir es que a cuatro extremistas iconoclastas se les antoje destruir toda huella del pasado porque no se corresponde con lo que ellos piensan. Quiero pensar que esas organizaciones internacionales están trabajando en la sombra, como los profesionales culturales de estos lugares que, de manera incansable, ponen a salvo todas las piezas que pueden ocultándolas en lugares seguros.

A todo esto, también hay que sumarle que estos terroristas no sólo destruyen porque sí, sino que además sacan provecho colaborando con los grandes traficantes de arte, intensificándose así el pillaje de los yacimientos arqueológicos. Los contrabandistas aprovechan cualquier situación, sin escrúpulos, para arrasar los vestigios de las primeras ciudades del mundo. ¿Quién sabe si algunas de las personas que deberían estar trabajando para frenar esto, quizá también están colaborando para poder agrandar su colección de arte particular? No acuso a nadie, pero tampoco pondría la mano en el fuego porque todos estén moviendo sus hilos para evitar esta barbaridad, puesto que los poderes, en su gran mayoría, nos han demostrado que siempre existe alguien entre ellos que se aprovecha para beneficiarse de sus asuntos propios.

Supongo que solo queda esperar a ver cómo acaba todo esto, e intentar confiar en quien (o quienes) tienen el poder para detener esta salvajada, y que sea pronto, porque tal y como dijo Maamoun Abdulkarim, director general de Antigüedades y Museos de Siria:

“La política cambia, pero el patrimonio perdura”.

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