Hace escasamente una semana se presentaba en Borja (Zaragoza) el proyecto del centro de interpretación sobre el Ecce Homo de la señora Cecilia Giménez, justo tres años después de que este pueblo se añadiera al mapa de las malas restauraciones, cuyos resultados pueden gustarte más o menos, pero este caso merece una mención especial.
Ejecutada originalmente por el pintor Elías García Martínez a principios del siglo pasado, la obra se encontraba en pésimas condiciones debido a la técnica utilizada (óleo sobre muro), algo que alertó a la señora Cecilia Giménez, una obra deteriorada que necesitaba urgentemente un “arreglillo”. Y quién mejor que ella para hacerlo, si es una aficionada a la pintura (y según parece antes ya había realizado algún que otro retoque en otros lienzos del pueblo) y además devota del santuario en el que se encuentra la obra. Ni corta ni perezosa, la señora Giménez se dispuso a repintar la obra encima, así, a palo seco. Su repinte se hizo popular (o viral como se dice ahora) en internet, la televisión y de ahí pasó a diferentes medios de comunicación internacionales, aunque no por el gran trabajo realizado, sino por el resultado de su osadía.
Y con todo este rollo, ahora van y se plantean la creación de un centro de interpretación sobre el fenómeno. Entiendo que sea un reclamo para el pueblo, que miles de personas de toda España (y seguramente del resto del mundo) viajen a Borja para hacerse una foto con el Ecce Homo es una fuente de ingresos para el pueblo, pero dudo que esos turistas visiten también el resto del municipio, puesto que lo único que les interesa es el famoso selfie con la “obra” de doña Cecilia, ya que la gracia está ahí claro, porque conocer el resto de patrimonio que tiene la localidad no entra en sus planes. Y claro, la creación de este centro incluye que esta señora se lleve un buen pico de los beneficios del merchandising y de todo lo que se haga con la imagen que ella “creó”. Es esto lo que no entiendo. Vale que quizá la obra no tenga el valor que puede tener un Goya, pero tiene su valor histórico artístico, más o menos, pero lo tiene, y ese “arreglillo” que le hace falta no lo puede hacer alguien que pasaba por ahí y cree que puede hacerlo porque también pinta en sus ratos libres.
Creo que esta señora tiene que pagar por lo que hizo, aunque suene fuerte, pero no es lógico que encima cobre por destrozar una obra (repito, independientemente del valor que tenga). Admito que este Ecce Homo se ha convertido en todo un icono pop del siglo XXI, que como anécdota está muy bien, y que todos nos echamos unas risas, pero que se quede ahí, en una simple anécdota y que esta obra tenga su debida restauración, así como que la señora Cecilia Giménez pague por su intrusismo profesional, porque la buena fe no es siempre buena consejera.
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