Los mediodías españoles han sido invadidos por la “estética”, pero por la acepción actual de la palabra, con la emisión del programa televisivo Cámbiame. Es a partir de ello de lo que me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre el papel que desempeña ahora esta palabra.
Aunque el estudio de la estética apareciera en el siglo XVIII con Baumgarten, es un concepto que lleva aplicándose (aunque utilizando otra palabra) desde la Grecia clásica. Sin embargo, la esencia y el significado del vocablo han pasado de formar parte de la rama de la filosofía y la teoría del arte, a la rama de la belleza física.
Sinceramente desconozco cuando fue el momento en que empezó a tener el significado que hoy en día le damos (sí, pese a la reticencia que tengo por utilizar este significante, a veces lo uso y sí, lo siento, pero me molesta), pero me parece curioso cómo se ha desvirtuado tanto. Pensándolo bien, no dista tanto de su representación original, puesto que se podría definir como la ciencia de lo bello, la esencia o la percepción de la belleza, tanto sensorial como espiritual. Ahora, el término “estética” se utiliza más para designar elementos superficiales que poco tienen que ver con las reflexiones teóricas que tanto filósofos como historiadores del arte han venido haciendo incluso desde los griegos preclásicos. Y es que la belleza se ha convertido en algo puramente visible a la vista, de hecho existe la profesión de “esteticista”, pero no con la acepción que hace referencia al esteticismo (movimiento artístico de finales del siglo XIX que exalta la belleza frente a los aspectos intelectuales, religiosos, morales o sociales), sino como persona que se dedica a cuidados de embellecimiento a sus clientes (según la RAE).
Sin más, me resulta llamativo, a la par que interesante, el paso de un significado a otro: hemos pasado del pensamiento y la exhortación sobre la belleza, en el que se produce un juicio estético a partir de una primera percepción sensorial que se relaciona con las ideas de la razón. Para acabar simplemente en una percepción sensorial, en la que la vista es la protagonista de la obra teatral que interpreta el cuerpo humano y detrás del telón llamado ropa/maquillaje.
Los prejuicios han existido toda la vida, y han sido clave para muchos juicios de valor, en todo tipo de temáticas, pero en los tiempos que nos ocupan parece ser que la imagen, por sí sola, es lo que prima, frente a lo que hay más allá de ese telón de fondo.
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